Es importante aprovechar el período sensitivo para el aprendizaje de idiomas, cuando con más facilidad y disfrute se asimila una lengua. A edades tempranas el cerebro del niño es muy moldeable y susceptible a nuevos aprendizajes. En la actualidad, el idioma es un factor clave en la mayoría de trabajos cualificados y es un elemento de socialización en un mundo global. Quien habla inglés puede desenvolverse con personas de otras culturas y viajar a casi cualquier parte del mundo.
La necesidad de comunicación hace que el niño se esfuerce inconscientemente para desarrollar la capacidad de hacerse entender. Esto ocurre con el idioma, las expresiones faciales y los gestos.
Cuando un niño en edad Preescolar ha sido expuesto adecuadamente al inglés y al español, no experimentará dificultades para familiarizarse con ambos idiomas y por tanto podrá tener un mayor dominio del inglés en el futuro con mucho menos esfuerzo.
En estas primeras edades hay una ventana para el lenguaje, ya sea el materno o extranjero, y el aprendizaje en general. Algunos científicos hacen el símil de que hay muchas conexiones entre las neuronas esperando su oportunidad. Y si no se aprovecha, esa ventana se cierra, las conexiones se pierden, y después costará mucho más esfuerzo asimilar un segundo idioma.
En los primeros años de vida del niño el cerebro va estructurando los diferentes nexos entre sus neuronas. Si durante este temprano proceso el niño comienza nuevos aprendizajes como una segunda lengua el niño se beneficiará de dos formas:
- Su cerebro seguirá́ aumentando sus conexiones neuronales.
- Podrá́ aprender a un ritmo más rápido y con más facilidad.
El objetivo será evitar que, a los 24 años, cuando llegue el momento de la incorporación al mercado laboral, los jóvenes estén preocupados por el idioma, porque desde la infancia se ha aprovechado esa ventana natural para el aprendizaje de idiomas.